En verdad estos últimos comicios han dado para mucho. Bueno, la verdad que no solo la jornada de elecciones ha sido movidita, sino que también lo ha sido las semanas que han precedido a las propias votaciones… y personalmente auguro que los comentarios, análisis y recapacitaciones –para aquellos que lo estimen oportuno– no cesarán hasta el próximo día 11 de junio, en ayuntamientos, y 16 del mismo mes, en las cortes regionales, fechas ambas en las que se constituirán los correspondientes plenos.
Las primeras discrepancias comenzaron con la legalización de BILDU, coalición que agrupa a diferentes partidos vascos cuya base es la independencia de su región. Pocos días antes del comienzo de la campaña, todos los españoles teníamos en nuestra boca el término BILDU, término sobre el cual discutirían los magistrados tanto del Supremo como del Constitucional. ¿Legal o no legal? He ahí la cuestión… El 22M conocimos el resultado –cada cual que lo califique como desee– de dicho asunto: 1.138 concejales electos afiliados a la marca BILDU, 25 ayuntamientos con mayoría relativa y 84, con absoluta.
La coalición vasca fue noticia hasta el domingo 15. Precisamente ese día, miles de jóvenes –y no tan jóvenes– indignados pero pacíficos, tomaron la plaza de la madrileña Puerta del Sol. Estos jóvenes, simpatizantes del movimiento internauta Democracia Real Ya (DRY, con sus siglas), salieron a la calle para pedir de una vez por todas que los políticos realizaran la tarea que se les ha encomendado, la de servir a los ciudadanos, y no a ciertos personajes/empresas financieras.
No puedo terminar este artículo sin mencionar el fuerte golpetazo que el electorado le ha propinado al Partido Socialista, sobre nuestras cabezas vuelan gaviotas en vez de gorriones. A la vez que también debo señalar el cruel varapalo que las urnas nos han propinado a los valencianos. ¿Dónde se ha visto que un imputado lidere una comunidad autónoma con mayoría absoluta? Bueno, mejor no contestar a esta pregunta… Estas elecciones me han hecho reflexionar sobre la importancia que tiene un voto, importancia sobre la que reflexionó el cineasta Sidney Lumet en la mítica película 12 hombres sin piedad.
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