El capitalismo se podría
definir como la teoría de la evolución de Darwin aplicada al mundo
económico y financiero: sobrevive el más fuerte, el que está más
preparado para afrontar los baches que aparecen en el trascurrir de
la vida.
Este sistema económico basa su
existencia en la pervivencia del más fuerte, es decir, en la
subsistencia de la empresa más fuerte. Sin embargo, en ocasiones,
esa empresa que aparentemente es muy fuerte, tiene mucha consistencia
económica, está construida sobre pies de barro o aún peor,
gestionada por nefastos directores generales.
En esas ocasiones en las
que la obra del animal más debil no carbura como debiera, no pasa
nada: echamos la persiana al bar, a la panadería, a la tienda de
ropa de toda la vida, o a la agencia inmobiliaria. Por el contrario, si la empresa que no tira es una de las
gordas, unas de esas en las que los directores generales o
presidentes han sido nefastos gestores pero siguen teniendo pasta, no
hay ningún problema: el estado aparece y convierte la deuda privada
en pública, convirtiendo a todos sus ciudadanos en accionistas
forzosos sin derecho alguno.
Es curioso ver cómo los
que más aborrecen a 'papá estado' son los primeros en acudir a él
cuando las cosas no van muy bien. ¿Se hará efectivo el plan delestado para salvar a las autopistas de peaje?
Foto con CC de Jose Miguel Martínez |