viernes, 17 de diciembre de 2010

Entre risas, y no tantas risas

Está claro que día tras día nos echamos a la carretera para ir a estudiar, currar, o por placer, y no recapacitamos (o no lo hacemos lo suficiente), para poder ver de una manera clara que precisamente ahí, en la carretera puede estar nuestro final (sí, sí: nuestra muerte).

¿Por qué digo esto?, os preguntaréis. Precisamente, hace unos días nos ocurrió una cosa (a mí y a mi copilota) que me hizo reflexionar... Os cuento la historia, ¿vale?

Iba yo en mi coche tranquilamente (a unos 80 km/h) de camino hacia mi casa, tras una dura jornada de universidad -para que luego digan que los estudiantes no hacemos nada, y sobre todo en estas fechas prevacacionales-. Yo, personalmente, estaba muy agotado y deseando comer para posteriormente echarme una siestecilla reveladora.

Quiero pensar que precisamente por ese motivo, el de querer llegar pronto a su casita, una individua transitaba por la carretera a "to' hostia", cual carromato de Bonanza en los desiertos de Almería, teniendo las rayas que dividen los carriles por guía, y por tanto ocupando ambos (el de ida y el de venida). Hasta ahí todo "bien", si no fuera porque en ese momento entró en escena el factor B, es decir, mi copilota y yo.

Como he dicho anteriormente, llevaba el coche a 80 km/h (límite de velocidad permitido para esa carretera), por mi carril (dato importantísimo), cuando me encontré con la situación anteriormente descrita. En ese preciso momento vi mi vida pasar en diapositivas, el hilo musical del coche paso espontáneamente de Barbie de Extrarradio a Mis propios latidos del corazón (no es la última canción de David Bisbal...), y se me pusieron de corbata...

La situación transcurrió sin ningún incidente, pero yo y mi copilota nos cagamos en todo (esta última frase la podéis aplicar en el sentido que querráis; en cualquier sentido aplicado, acertaréis).

Tras llegar a mi casa y tomarme una tila para el susto, me puse a reflexionar sobre el hecho de que por una conductora incompetente -por llamarla de una manera fina-, en estos momentos podría estar en un hospital o en algún sitio peor...

Y como pensé, me surgieron ciertas dudas, como por ejemplo: ¿por qué alguien tiene que morir en la carretera sin comerlo ni beberlo, por la mala praxis de conductores insensatos? Y estos conductores insensatos, ¿saben lo que realmente llevan en las manos? ¿Tienen idea de que seguramente el resto de conductores quieran seguir vivos un poco más de tiempo? Y en lo que respecta a la ciudadanía y a sus líderes, ¿estamos haciendo todo lo que está a nuestro alcance para disminuir tales hechos?

miércoles, 8 de diciembre de 2010

El cine francés también existe

Un hombre jubilado que tras la muerte de su mujer decide construirle un pequeño mausoleo a sus cenizas, mausoleo presidido por un enigmático gnomo de piedra que asombrosamente se va de viaje. Un joven cuya principal ocupación es recoger los retazos de las fotografías realizadas en un fotomatón y posteriormente rotas por los protagonistas principales de tales documentos, y que una vez recompuestos los retazos, los archiva en un álbum. Un viejo pintor con osteogenósis imperfecta que, tras veinte años pintando el mismo cuadro de Renoir, aún se pregunta en qué piensa la chica del vaso de cristal.

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Estos son algunos de los personajes que tarde o temprano se encuentran con la joven Amelie; quien intentará, de una forma o de otra, hacer la vida de los que la rodean un poco más feliz, para después encontrarse ella misma con este sentimiento perseguido por todos y hallado por muy pocos.

El visionado de esta película es fruto de la recomendación de una compañera y amiga que tras una conversación cinematográfica, intercambiamos varios títulos de películas entre las cuales se encontraba este film de Jean-Pierre Jeunet. En estos días de “descanso” he tenido la oportunidad y me he decidido a verla.

Es apasionante ver cómo a partir del accidente o magnicidio –según versiones- de Lady Di  se desarrolla una historia tan diferentes a ésta. Las sonrisas, el reconocimiento de situaciones y la ternura en algunos de los pasajes te sorprenden según avanza la historia.

Este film ha confirmado mi intuición sobre que el cine francés se encuentra, gracias a dios, muy lejano al cine que se desarrolla en los Holliwoods y a la vez bastante cercano al cine entendido como séptimo arte. Arte que también encuentra su morada en la excelente BSO compuesta por Yann Tiersen para esta película.

 

 

P.D: No tiene desperdicio la parida del gnomo viajero y la del pez suicida. Simplemente buenísimo.