Lo que muchos sabían de
primera mano lo ha constatado esta semana un estudio de la escuela de
negocios EADA y la consultora ICSA. ¿Qué decía este estudio? Pues
que mientras los sueldos de los trabajadores de base –los
curritos– han descendido durante el último año; las nóminas de
los trabajadores más cercanos a la dirección no solo no han bajado,
sino que han aumentado en plena crisis.
La brecha salarialaumenta y refleja la disolución de la clase media, así tituló el
periódico El País en su versión digital esta noticia. Qué
curioso. La clase media se está diluyendo... [PAUSA VALORATIVA] En
la noticia también se recoge a través de voces expertas que el
sistema laboral español, ese sistema tan modificado a peor, debería
establecer topes a los salarios más altos en función de los más
bajos, y que ¡OJO¡ se debería pagar más a quien mejor trabaje
–arma, ésta, de doble filo–.
Dejando de lado esta
noticia estadística –o tal vez no– ayer conocimos gracias a
infolibre.es que Miguel Blesa, el que fuera Presidente de CajaMadrid
–ahí es nada– despidió a un director de una sucursal de la
entidad que devolvió de su bolsillo dinero a estafados por las participaciones preferentes, tras conocer el propio director los raros tejemanejes de esas participaciones y después, incluso, de que lo amenazarán con
armas blancas.
Leyendo las dos noticias, ¿dónde podemos
localizar la línea que separa al buen del mal trabajador? Realmente, ¿el buen trabajador es ese que haría llegar al clímax orgásmico al propio Platón con su filosofía? ¿Ya saben, el que se encuentra en un punto medio entre el buen y el mal trabajador? ¿O más bien es el que acata todas las órdenes de su jefe sin poner en duda siquiera la ética de las mismas?
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