El jueves pasado me dejé caer por el mercadillo de mi pueblo. Se acerca la Semana Santa y pensé que se habrían instalado los típicos puestos en los que se venden las típicas palmas blancas de Domingo de Ramos. Allí conocí a Antonio, palmerero ilicitano, y me dio su visión particular del que es su oficio. Aquí el resultado.
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